viernes, 28 de enero de 2011

SANAR EL ESPIRITU

"Por favor, atrapad lo viviente" Anónimo Zen

El Maestro Wanshi del siglo XI nos advierte: "Cuando la luz es sin silencio / las distinciones aparecerán / del testimonio y de la respuesta / solamente nacerá desarmonía / cuando en el silencio la luz se ha perdido / todo ha de volverse inculto e inútil". La falta de atención del hombre moderno hacia las bases de su existencia -la fuerza natural que le anima- en provecho del ego intelectual que le permite la adaptación familiar y social en la vida cotidiana, origina el descuido de la fuerza cósmica en provecho de la vida individual. Es por esto que la contemplación tiene como cualidad el retorno a la unidad del cielo y la tierra, la toma de consciencia existencial de que todas las criaturas tienen la misma raíz, la conciencia de que la vida individual es a la vez vida cósmica. Se piensa que las leyes de la naturaleza se manifiestan cuando el predominio de un hemisferio cerebral acaba y las comunicaciones entre los dos hemisferios quedan restablecidas. Aquello que es captado intuitivamente por el hemisferio derecho a través de la sabiduría del cuerpo, se vuelve consciente en el hemisferio izquierdo.

Como dice Eihei Dogen: El yo es certificado por todas las existencias del cosmos, cuando el receptor esta en regla con el orden escondido. El cerebro se abre a las voces que hablan mas allá del intelecto. Practicar zazen es estudiarse a si mismo. Olvidarse a si mismo es ser certificado por todas las existencias del cosmos. Ser certificado por todas las existencias del cosmos es liberarse del propio cuerpo y del propio espíritu, y del cuerpo y el espíritu de los demás (Dogen).

Alcanzar la conciencia del cuerpo a través de la música callada, nos integra plenamente al huerto de la vida, donde la tarea cotidiana de desmalezar, sembrar, cultivar y cosechar se reaviva en cada instante. Trabajo sobre el cuerpo, practica de la concentración, control de la respiración; todos estos ejercicios realizados con paciencia y perseverancia (otra máxima del Zen), guiados por un instructor, pueden ayudar a encontrar, a calmar el sufrimiento, a liberar la mente, acrecentar la atención, a abrir la existencia a nuevas dimensiones del ser.

A cada uno le toca escoger la técnica de contemplación, de concentración, que le conviene, a cada uno le corresponde probar, cambiar, hallar... Hacerlo sobre todo sin esperar nada preciso. Sin querer nada. El cuerpo sabe lo que necesita. Todo sucede aquí y ahora. Es cuestión de atrapar el presente, observar y experimentar el instante en movimiento.

La creatividad, la disponibilidad, la atención, la fuerza del cuerpo mental interior y cada momento vivido con plena conciencia, resquebrajan las murallas que separan los mundos, permiten encontrar el hilo de la vida mas allá de los personajes en sus roles. Sanar el espíritu o al decir del Mokushoka de Wanshi: Cuando la iluminación silenciosa es perfecta, el loto florecerá, el sonador se despertara, los ríos correrán hasta el océano, las mil montanas verán el pico elevado, como el cisne que separa la leche del agua, como la abeja que liba el polen.

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